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lunes, 29 de abril de 2013

Rainer María Rilke - Sonetos a Orfeo

Orfeo en el Hades, 162x130, técn. mix.-tela. 2006. 


I

Entonces ascendió un árbol. ¡Pura superación!
¡Oh, canta Orfeo! ¡Alto árbol en el oído!
Y calló todo. Pero aún en este callar
surgió un nuevo comienzo, seña y transformación.

Animales de silencio se abrieron paso, salieron
del claro bosque libre, de lechos y guaridas;
y se vio que no era por astucia
por lo que estaban, en ellos, tan callados

sino por escuchar. Rugidos, gritos, bramidos
parecían pequeños en su corazón. Y donde hacía un momento
hubo una choza apenas que recogiera esto,

un refugio del más oscuro deseo,
con una entrada de jambas temblorosas,
tú les creaste un templo en el oído.



IX


Tan sólo aquel que levantó la lira,
incluso entre las sombras,
puede expresar, entre presentimientos,
la alabanza infinita.

Tan sólo aquel que comió con los muertos
la adormidera, la de ellos,
no volverá a perder
el más leve sonido.

Aunque el reflejo del estanque
se desvanezca muchas veces:
sabe la imagen.

Sólo en el reino doble
se volverán las voces
eternas y suaves.



XIII


Manzana en plenitud, pera y banana,
grosella... Todo esto habla
muerte y vida a la boca... Yo presiento...
Leedlo en el rostro de los niños

cuando las saborean. Esto viene de lejos.
¿Se va haciendo inefable en vuestra boca?
Fluyen hallazgos donde habían nombres,
de la pulpa con pasmo liberados.

Osad decir a qué llamáis manzana.
Este dulzor que primero se adensa
y luego, quedo, en sabor se erige,

claro, despierto, transparente se hace,
ambiguo, tierra, sol, cosa de aquí:
¡Oh, saber y sentir, dicha!,  ¡qué grande!



Rainer María Rilke- Sonetos a Orfeo





Adriana Alba dijo...
Nuestro amado Rilke!
Gracias Mateo por traerlo.
Tu sugerente y bella pintura me recordó un dìa de otoño tras el cristal de una ventana, hasta ví un pequeño pájaro.

Te dejo un cariñoso saludo y un regalo

Día de otoño

Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.

R.M.R
2 de mayo de 2013 18:29