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domingo, 21 de julio de 2013

Rainer María Rilke- TRILOGÍA ESPAÑOLA I, II, III, y El ángel.


TRILOGÍA ESPAÑOLA 
I

De esa nube, mira, que violenta
a la estrella oculta, que justo ahora fue -(y de mí),
de esa serranía, al fondo, noche ahora,
vientos nocturnos tiene por un tiempo -(y de mí);
de ese río en lo profundo del valle, que prende
el destello de un claro de cielo desgarrado (y de mí),
de mí y de todo eso hacer una sola
y única cosa, Señor: de mí y del sentimiento
con que el rebaño, encerrado en el aprisco,
recibe con la exhalación de su aliento el grande,
el oscuro no-ser-ya más de este mundo -, de mí y de aquella
luz en la tétrica oscuridad de muchas casas, Señor:
hacer una cosa; de los que duermen,
de los viejos, extraños, en el hospicio,
que tosen importantes en las camas;
de los niños adormilados en pechos tan extraños,
de tantos seres imprecisos, y siempre de mí,
de nada más que de mí, y de lo que no conozco,
hacer la cosa, Señor, Señor, Señor, la cosa
que, cósmico-terrenal como un meteoro,
reúne rauda en su gravitación sólo la suma
del vuelo: no sopesando sino la llegada.

II

Por qué uno ha de andar así, y cargar
con tantas cosas extrañas, como quizá el portador
que de puesto en puesto levanta el cesto ajeno
de la compra más y más repleto, y va detrás agobiado,
y no puede decir: Señor, ¿para qué el banquete?

Por qué uno ha de estar aquí, como el pastor,
expuesto a la desmesura del influjo,
implicado en este espacio lleno de suceso,
como si su destino estuviese apoyado
a un árbol del paisaje, sin otra actuación.

Ysin embargo, en su exorbitante mirada,
no tiene el callado alivio del rebaño. No tiene
sino mundo. Tiene mundo tan pronto alza los ojos,
mundo en cada inclinación. Lo que a otros gusta,
a él, inhospitable como música y a ciegas,
le penetra en la sangre y transitoriamente se transforma.

Entonces se yergue durante la noche y la llamada
de un pájaro afuera la tiene ya en su existencia,
y se tiende osado porque recoge en el rostro
todas las estrellas, grave -,ay, no como uno
que prepara esa noche para la amada
y la mima con los sentidos cielos.

III

Ojalá que al volver, en soledad, a la aglomeración
de las ciudades y al ovillo enredado de ruidos
y tráfago confuso de vehículos,
ojalá que, por encima del espeso bullicio,
esté conmigo el recuerdo del cielo y el borde terroso
de la montaña, en el horizonte, por donde el rebaño
torna a la majada. Pétreo me sea el ánimo,
y que la obra diaria del pastor me parezca hacedera,
cómo camina soberbio y curtido, y como, con piedra bien calculada
de su honda va ribeteando el rebaño, allí donde quiera
que se desfleque, lento el paso, pensativo el cuerpo,
pero magnífico cuando se para, aún le sería permitido a un dios
revestirse en secreto de su figura, y no sería por eso menos.
Alternando se detiene y se rezaga, igual que el día mismo,
y las sombras de las nubes le atraviesan,
como si morosamente el espacio
pensase pensamientos por él.

¡Sea él quien fuere para vosotros! Como la luz parpadeante
en la noche detrás de la pantalla, así me situo yo dentro en él.
Un destello se apacigua. La muerte
hallaría su sitio más puro.

Ésta trilogía fue compuesta en Ronda, España, y también el poema que trascribimos a continuación. Los tres ,y el anteriormente recogido en una entrada anterior y que vuelvo a incluir, están en  traducción de Jaime Ferreiro Alemparte recogidos en un magnífica Antología por la Editorial Espasa en su emblemática colección Austral, que recomiendo a los que quieran leer a Rilke en castellano. Ronda fue uno de los lugares que marcaron profundamente a Rilke.

Al Ángel

Fuerte, tranquilo candelabro puesto
en el límite: arriba la noche se hace exacta.
Nosotros nos disipamos en la no iluminada
vacilación junto a tu pedestal.

Lo nuestro es:  ignorar la salida
de nuestro interno y erróneo dominio,
tú te muestras sobre nuestros obstáculos
y los enciendes como una elevada  montaña.

Tu gozo sobrepasa nuestro reino,
y apenas captamos su sedimento;
cual la pura noche equinoccial de primavera
estás separando entre día y día.

¿Quién sería capaz de infundirte algo
de la mezca que secretamente nos enturbia?
tú tienes la majestad de todas las grandezas
y nosotros estamos entrenados solamente en lo más pequeño.

Cuando lloramos somos sólo conmovedores,
al contemplar estamos a lo sumo despiertos,
nuestra sonrisa no llega a ser más seductora, 
y aun cuando seduzca, ¿quién va trás ella?

Sea quien fuere. Ángel, ¿me quejaré yo, me quejaré yo?
Pero,  ¿cómo sería entonces la queja mía?
¡Ay, yo grito y golpeo con dos palos.
y no siento el eco de ser escuchado!

El que yo hiciera ruido no sería en ti más perceptible,
si tú no me sintieras porque soy,
¡Alumbra, alumbra! Hazme más contemplado
en las estrellas. Pues me desvanezco.



4 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Magnífico y solemne siempre. Siempre me llega Rilke, ya lo sabes. Además, compartimos el gusto por esa antología de Austral.
Un abrazo.

mateosantamarta dijo...

Gracias, Isabel.
Poeta de cabecera para mí. Ayer me llevé un disgusto pues uno de sus libros se ha escondido...ya aparecerá cuando sea oportuno.
Tengo las dos Antologías de Austral: una del 68 -bastante manoseada, cuarta edición-82- y otra del 99 - más nuevecita y amplia; tercera edición, 2005-.
Un abrazo, amiga.

Adriana Alba dijo...

Que elegría...otra vez Rilke, me encanta.

...Sea quien fuere. Ángel, ¿me quejaré yo, me quejaré yo?
Pero, ¿cómo sería entonces la queja mía?
¡Ay, yo grito y golpeo con dos palos.
y no siento el eco de ser escuchado!...

besos querido Mateo.

mateosantamarta dijo...

Siempre Rilke. Ésta es su casa...hablando de poesía, ésta es siempre su casa, no la mía. Besos, Adriana. Que nuestros ángeles nos sean propicios.