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sábado, 1 de febrero de 2014

Rainer María Rilke> Elegías de Duino> Tercera Elegía de Duino.

Pintura "Río de la sangre" (detalle)


Una cosa es cantar a la amada. Otra, ¡ay!,/
a aquel dios-río de la sangre, oculto y culpable./
Al que ella reconoce desde lejos, a su adolescente, lo que el mismo sabe/
del señor de la voluptuosidad, el que, a menudo, desde su soledad/
antes que la muchacha lo aplacara, a menudo también como si ella/
no existiera, erguía su cabeza de dios, ¡ay! chorreando desde/
lo desconocido para invitar a la noche a un tumulto sin fin./
¡Oh el Neptuno de la sangre! ¡Oh su temible tridente!/
Escucha como la noche se amolda y ahonda. Estrellas,/
¿no desciende de vosotras el claro deseo del amante/
por el rostro de su amada? Y la íntima penetración de su mirada/
en el rostro puro de la amada, no procede de la pureza de los astros?/

No fuiste tú ¡ay!, no fue su madre,/
quienes han tensado así los arcos de sus cejas en la espera./
No ha sido en ti, muchacha, que lo sentías, no fue tu contacto/
el que hizo que sus labios se curvasen, en expresión más fecunda/ (...)

RAINER MARÍA RILKE> ELEGÍAS DE DUINO> ELEGÍA TERCERA (fragmento inicial, versión de Jaime Ferreiro Alemparte, en Colección Austral de Espasa Calpe)
...


5 comentarios:

Adriana Alba dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Adriana Alba dijo...

Hola Mateo, espero estés mejor de tu resfriado.
Tu pintura me parece un fino velo de encanje (hasta la sangre puede serlo).

Gracias por la tercera elegía, como siempre un gusto visitar tu casa.

Te dejo un fuerte abrazo y un simpático regalo con ángeles.

Amor 1.1 / Amor 1.2

AMOR 1.1

Si un día
el ángel del amor
llamase a
mi puerta
bajaría las persianas
y me haría un ovillo
en el centro del salón
desnuda,
esperándolo
en lo más oscuro,
en lo más helado,
para que él
me encontrase
allí,
redonda,
entumecida
indefensa,
para que él
me incubase
en el nido
de su amor.


AMOR 1.2 (veinte años después)

Si un día
el ángel del amor
volviese a llamar a
mi puerta
lo invitaría a
pasar al salón,
le pondría unas aceitunas
y una cerveza
y cuando estuviese bien
cómodo (los pequeños
pies sobre el asiento)
y comenzase a parlotear
sobre lo bien que se
vive en la tierra
me arrojaría sobre
él (vuelo de plumas,
un par de rizos
rubios deshechos
sobre el sofá),
lo metería en el horno
hasta dorarlo
y luego me comería
hasta la última pluma
hasta el último
blanquísimo
diente.


Begoña Paz

mateosantamarta dijo...

Gracias por tu visita, Adriana y por tu divertido regalo que tan bien describe el desgaste de la pasión. La pintura es el resultado de varios tanteos y, efectivamente hay un velo -veladura en el lenguaje pictórico-. Esa veladura encubre lo demasiado evidente y dota a la pintura de una cierta delicadeza y de una dosis de misterio. Besos, amiga.
Estuve ayer viendo tu comentario, pero era un poco tarde para contestar con tanquilidad. Recorreremos todas las elegías. Al fin sólo son diez y aunque están en la red, no está la versión que os presento y que es de un gran experto en la obra de Rilke.

U-topia dijo...

Rilke escribe poemas que hay que leer varias veces para adentrarse en su contenido más profundo.

Tu pintura es delicada sin perder la fuerza del río rojo.

Un abrazo!!

mateosantamarta dijo...

Un abrazo, U-topía. Las Elegías de Duino especialmente hay que leerlas y releerlas. Llevo tantos años con ellas...y siempre son nuevas.