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sábado, 15 de noviembre de 2014

Elvira Daudet > Antología Poética I


Mi poesía tiene como principio y fin a la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. (Elvira Daudet)
...
Hacer una Antología de una Antología no sería posible. Hablar de la poesía de Elvira Daudet tampoco es necesario. Ella explica muy bien y en pocas palabras lo que es su materia y su sentido.
Voy a arrancar pétalos, pétalos de esas flores sencillas, de esas rosas silvestres que nacen a su tiempo, sin cuidado ni mimo, con la urgencia del clima.
Ya sé que prefiere el pan a la rosa por lo que quizá sea mejor decir que voy a arrancar algunos granos de las espigas que son sus poemas y a ofrecerlos así, aislados.
También habrá un poema, una espiga completa. Podría ser otra pero elijo ésa -será en la segunda parte de esta entrada doble-.
...

(...)
No venías en un carro de fuego,
ni anunciaban clarines tu llegada
ni tu sonrisa era
la sonrisa del dueño.
Flotaba al viento,
la capa de cristal de tu tristeza.
(...)
(Sabía que vendrías > El primer mensaje, 1959)
...
(...)
Todas las madrugadas
recibo la visita de un extraño
-siempre el mismo-
Al que caliento la cama hace ocho años.
Sólo por eso me mantiene.
(Autorretrato > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
Gris, perpendicular,
soberbio campanario vacío de palomas.
Esgrimidor fantástico del vicio y la virtud.
Destructor, angélico y banal.
Abstracto, enemigo y amado.
El siempre extraño y presentido.
Amigo despiadado.
Hierro oxidado de ternura.
(...)
(El hombre (I) > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
(...)
La tarde olía a sangre y almidón
y yo iba en el metro, por primera vez sola,
desgajada de ti.
Aquel día me vestí una tristeza nueva.
Y recuerdo los árboles, llorando sobre mí
El confeti amarillo de sus ojos
(...)
(Amor es la palabra (II) > Crónicas de una tristeza, 1971)
...

(...)
Pero ¿porqué nadie le dice ahora
que la crisálida sale hecha ceniza del abrazo,
que su dios es un hombre destrozado
y recompuesto,
que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.
Que mañana habrá de defenderse
del odio de su dios encadenado
y su propia impotencia
(...)
(La trampa > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
(...)
Hechizado, con el torpor del sueño,
la mira sin recato, cruzándole la cara
al galope frenético del miedo
que de súbito irradian sus pupilas.
Él, absorto, la mira y no la reconoce.
Y anonadado aparta la mirada.
(...)
(Como Orfeo, la cabeza volvió > El don desapacible, 1994)
...
Madre, detén tu pavorosa huida.
Esa reseca sombra que te sigue
pegada al mástil desvencijado de tus huesos,
esa mujer vencida, tatuada de borrones
y agujeros, a quien hostil espías 
en las sombras de la afilada noche,
soy yo, madre, la niña de las trenzas
a la que tú vestías de comunión
aquella azul mañana de seda prodigiosa.
(...)
(La sombra > El don desapacible, 1994)
...
(...)
Somos el ala rota de una estrella
que la ley gravedad hunde en el lodo.
Inútiles vasijas vacías en la playa
que la marea arrastra desdeñosa,
hasta que un día un náufrago o un loco
nos deja su mensaje de amor en las entrañas,
un grito de socorro y esperanza.
(...)
(¿Quién dijo que el infierno no existía? (II) > El don desapacible, 1994)
(...)
Nada tuyo tuviste 
que no se alimentara de ti mismo,
como la casa alzada con tus manos,
que te robaron amueblada de amor
y tiras de tu piel para nosotros, 
mi rojo y pobre padre saqueado.
Era una hermosa casa con retrete
y un gran ojo de luz que la inundaba,
que no estrenamos nunca.
(...)
(El regreso del padre > El don desapacible, 1994)
...
(...)
Son las madres , las hijas, las mujeres del pueblo
con perfiles de diosas de moneda, bruñidas
por un sol de cegadoras mieles y belleza
que alimentó el incendio del Julio más horrendo.
¡Qué tres años de espantos infernales
bajo el azul purísimo del cielo!
(...)
(La España sin historia > El don desapacible, 1994)
...
(...)
De niña, la vida que me dieron era enorme
para tan corto cuerpo; me quedaba muy grande.
Con la guerra perdida vine al mundo,
aún antes de nacer ya había perdido
y sólo por nacer ya fui culpable.
Sin ángel de la guarda, extraviado
en la enorme confusión o quizá en el exilio
apenas vi la luz me hicieron presa
de un campo de miel y de naranjas.
(...)
(El traje de otro > El don desapacible, 1994)
...



4 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Maravillosa Elvira Daudet. Siempre consigue emocionarme.
Muy buena selección, Mateo.
Un abrazo.

mateosantamarta dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Isabel. Gracias por lo que me toca de elogio. Un abrazo.

Amando García Nuño dijo...

Estudiada antología de la antología de la Antología.
Antológicos ambos. Ella y tú, compañero.
Abrazos, siempre

mateosantamarta dijo...

Gracias, Amando. Algún día -cuando conozca mejor tu poesía- me ocuparé de algo parecido -siempre desde una óptica totalmente subjetiva, Un abrazo, amigo. Siento no poder visitar los blogs con más frecuencia.