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domingo, 10 de mayo de 2015

Paisaje de infancia y viento > Virginia Glez. Dorta.

Dedicatoria:
Para mi abuela Hortensia y mi hermana Maya, mis primeras maestras.
***
Llegué a la escuela Graduada La Zarza en Septiembre de 1973 y la dejé en Julio de 1989. Dieciséis años fecundos en los que mi vocación de maestra se afianzó y creció hasta una pleamar gratificante, donde las olas vivas, poderosas como nuestro océano y dulces como sólo se puede ser en la infancia, fueron los niños y niñas que me han hecho escribir estas semblanzas.

Existen  en mi mente y en mi corazón otras muchas, que me acompañan igualmente.

Gracias a todo este grupo de criaturas, a sus familias generosas y a un paisaje ya para siempre en mi piel y mi alma.
***
E.
Era la primera vez que aquella cría preciosa, de ojos verdes y ademanes conquistadores, entraba en la escuela. Tenía cuatro años, uno menos que el resto, pero sobrada madurez.

Desde casi el borde del barranco donde vivía, se veía el edificio viejo y estropeado donde iba a clase cada día. Nunca después le pregunté si encontraba muchas diferencias entre su casa, pequeña y antigua, canaria con tejas y patio empedrado lleno de plantas, limpia como un espejo; nunca le pregunté, digo, y tendría que hacerlo, si encontraba diferencias con la escuela de tres almenas y fachada deteriorada, con dos inmensas cristaleras y un techo que estuvo amenazando ruina durante más de medio siglo.

En esa escuela entró E. para aprender rápido, muy rápido, confiada en sus medios pero carente de vanidad alguna.

Sus dibujos y pinturas eran de trazos fuertes y seguros, llenos de color y vitalidad. Inteligente y precoz, aprender para ella era muy simple, lo mismo daba que fuera lengua o matemáticas, sólo tenía que dedicarle un poco de todas las capacidades  que poseía, así fuera inventar una historia, dirigir algún plan o argumentar una idea nueva.

Organizada, madura sin darse cuenta, muy explicada y receptiva, cualquier cosa la hacía con facilidad. Venía cada día con su tez nacarada y tibia, te miraba sonriendo y se alegraba la mañana.

Cuando empezó a cantar en grupos y rondallas, su voz era como el cristal pulido de las ventanas de su casa. Y su madre, que vivió sin la palabra, sentía como las ondas de su voz le llegaban directamente al alma. Allí estaba su hija, una parte suya, cantando para ella.
 Aún siguen sus hoyuelos despertando el brillo de la niña que conocí. La niña que cantaba en una casa sin palabras.

***
Contraportada:
"Enseñar: un acto donde comunicar es fundamental; aprender, indispensable; respetar, necesario. Y entregarse, un plus que nos gratificará."
***
Paisaje de Tenerife, Fotografía de Virgi, tomada de su phoeticblog.
***

Quizá alguien se pregunte porque en un blog de Arte y Poesía incluyo un libro de semblanzas y recuerdos. Fácil repuesta: para mí la poesía no es sólo una cuestión de formas y métricas, ni el arte una cuestión de firmas y genios; y aquí veo suficiente poesía y suficiente arte, tanto en las semblanzas que de sus niños y niñas hace Virginia como en las conclusiones que después de leerlas he sacado sobre la importancia que en esa escuela se daba a la literatura, la escritura, el dibujo y la vida en general: y eso también es poesía.



8 comentarios:

Adriana Alba dijo...

Que bella dedicatoria, quien no quisiera volver a la infancia por última vez....

Te dejo mi abrazo querido amigo Mateo y cuando gustes te espero por mi espacio que cumplió 6 añitos, y que mejor que celebrar con amigos.

Regalo:

Sólo los niños...

Sólo los niños jugaban con la arena
(les acompañaba el olor narcotizante
de los tilos en flor, no lo olvides)
sólo los niños, aunque también
el diablo, y los dioses menores,
e incluso los olvidados políticos
que incumplieron todas sus promesas
estaban allí y los observaban
con una infinita admiración.

Quién no quisiera ser niño

¡por última vez!


A. Zagajewski

mateosantamarta dijo...

Gracias, Adriana, y felicidades.Voy ahora o mañana. Abrazo, amiga.

Adriana Alba dijo...

Gracias por la delicadeza de tu regalo querido Mateo.
Me encantó.
Mil besos.

mateosantamarta dijo...

Mil Besos, Adriana y felicidades por tus seis años!

Isabel Barceló Chico dijo...

He tenido el privilegio de leer ese libro y suscribo tus palabras. Hay belleza, delicadeza, sensibilidad y mucho amor: a su papel de maestra, a sus niños, a la literatura, a la vida. Un libro sumamente recomendable. Saludos cordiales.

virgi dijo...

Mateo, qué generoso eres.GRACIAS.
No sabía que ya habías colgado algo y vengo por Isabel Barceló, que me lo acaba de decir.
Muy emotivo lo que escribes acerca del arte, la poesía y mi libro. Se ve que lo has leído bien, pues siempre le he dado mucha importancia a todo eso. Un abrazo, espero nos veamos en algún momento para dártelo en vivo, bien largo.

mateosantamarta dijo...

Gracias por tu visita y comentario- que también comparto- Isabel. Creo que a la gente también le gusta o es que Virgi tiene tirón pues hay bastantes visitas a esa entrada.Saludos cordiales, amiga.

mateosantamarta dijo...

Claro que lo leí bien, Virgi. Me di cuenta enseguida de tu amable modo de enseñar sin imponer; de respetar y amar a l@s niñ@s; de ese don para descubrir en tod@s lo positivo: de la importancia que le dabas a esos temas menos prácticos y tan enriquecedores para la persona de cualquier edad. Curiosamente leía en ese momento tiempos difíciles de Dickens y precisamente la parte en que se burla de la enseñanza burguesa y práctica destinada a la ascensión en la escala económica y que deja a un lado esos temas tan importantes.
Un abrazo, amiga.