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domingo, 23 de noviembre de 2014

Elvira Daudet > Antología Poética II

Fotografía tomada de la solapa de su libro "Cuadernos del delirio",
 publicado por Ediciones Evohé

Mi poesía tiene como principio y fin a la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. (Elvira Daudet)
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Hacer una Antología de una Antología no sería posible. Hablar de la poesía de Elvira Daudet tampoco es necesario. Ella explica muy bien y en pocas palabras lo que es su materia y su sentido.
Voy a arrancar pétalos, pétalos de esas flores sencillas, de esas rosas silvestres que nacen a su tiempo, sin cuidado ni mimo, con la urgencia del clima.
Ya sé que prefiere el pan a la rosa por lo que quizá sea mejor decir que voy a arrancar algunos granos de las espigas que son sus poemas y a ofrecerlos así, aislados.
También habrá un poema, una espiga completa. Podría ser otra pero elijo ésa. 
 (...)
Es para mí un regalo del destino presentar  ante vosotros a Elvira Daudet, ejemplo indiscutible de dignidad humana y de dignidad poética. Figura histórica de la poesía española del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. Poeta clásica contemporánea viva.
Su ANTOLOGÍA POÉTICA (1959-2012), es ya, como soporte, una joyita, un objeto de belleza. Y es además, por su contenido, un tesoro. Mi enhorabuena a Lastura por enriquecer su fondo editorial con este título de excelencia cuya adquisición y lectura recomiendo ya.
La publicación tiene un valor añadido importantísimo: facilitar a las nuevas generaciones el conocimiento de una poesía fértil e indispensable.
La trayectoria de Elvira Daudet pone la guinda a  la   Generación  del  50  junto  a  poetas como  Ángel  González,  Gamoneda, Julia Uceda, Pilar Paz Pasamar  o  Mª Victoria Atencia. E influye en la atmósfera de cotidianidad de poetas actuales (hombres y mujeres: que el sexo de la poesía es el lenguaje); pienso en el asturiano Alberto Vega (fallecido en 2006), en Álvaro García, Begoña Abad, Concha García, Belén Reyes o Elena Román.
(...)
Ángel Guinda en la presentación de la Antología poética de Elvira Daudet.
...
Presentación de la Antología poética de Elvira Daudet en Madrid
Fotografía de Nunci Vaamonde Vivian
(...)
No permitas, amor, que los fantasmas
llenen la casa y las alfombras. Temo
irme quedando fría con sus besos,
temblorosa y confusa hasta olvidar tu nombre.
¡Ay, amor!, olvidaba que te fuiste hace tiempo,
y que estoy sola y vieja, con la muerte
enroscada a mis pies como un perro.
(...)
(Envejecer a solas > Terrenal y marina, 1999)
...
El tiempo se ha dormido entre las rocas,
y los dioses antiguos regresan del Olimpo
a coronar mi juventud perdida,
mientras yo me desplomo de ceniza
como un cigarro ardido en la mesilla.
(...)
(La fiesta ha terminado > Terrenal y marina, 1999)...
(...)
No puedo imaginarte joven y enamorada
corriendo hacia los brazos de un muchacho.
Yo no te vi crecer al aire libre,
como crecen alegres otros niños,
sino bajo la tierra, donde esperas,
paciente como el lirio que malogró la helada,
a que llegue tu madre desatenta.
Perdóname, amor mío, la tardanza.
(Espuma de un sueño > Terrenal y marina, 1999)
...
(...)
Penélopes dolientes, ocupadas
en destejer la trama misteriosa
que destruyó al muchacho enamorado.
Los hombres las desprecian, las golpean;
como animales mansos, ellas gimen bajito
y se dejan llevar al matadero.
(...)
(Mujeres > Terrenal y marina, 1999)
...
(...)
La jauría del odio ha entrado a saco
en el templo sagrado de la vida
profanando los sueños infantiles,
la oración del anciano en la penumbra,
la espuma del amor entre los labios,
el último cortejo de una boda;
el Jardín del Edén y sus delicias.
(...)
(Bagdag > Terrenal y marina, 1999)
...
(...)
Qué raro privilegio, siendo los dos tan pobres,
poseer la belleza de aquel reino nocturno.
Lloraban las farolas su muerte cotidiana
y se desmelenaban los bucles amarillos,
antes de suicidarse en las aguas del Sena
cuando la luz enferma saliera para todos.
De improviso, delante de la gente
que andaba presurosa hacia el trabajo,
la lluvia sin pudor me desnudaba
y lamía mis pechos de novicia.
(...)
(La patria del tiempo > Hazversidades poéticas 2011)
...
(...)
Yo no escuché tus pasos alejarse
ni la puerta al cerrarse,
como exigen los buenos finales de una historia.
Pero al entrar en casa un silencio terrible
de alas negras inmóviles, un ensordecedor
silencio nunca oído,
me golpeó el cerebro brutalmente.
(...)
(Despedida > Hazversidades poéticas, 2011)
...
Yo no estuve en tu último naufragio.
Aunque morí contigo muchas veces,
en otras pavorosas tempestades,
en la definitiva yo no estuve a tu lado.
Ulises desvelado por un canto dulcísimo,
no quisiste amarrarme al mástil de tu barco
para viajar ligero a la aventura
-Ítaca olía a asilo, a orín de gata en celo-.
(...)
(Muerte de Ulises > Hazversidades poéticas, 2011)
...
Yo sé que no estás muerto, aunque lo graznen fúnebres
los cuervos de la isla,
porque sigues reinando en mi cerebro,
como cobra en su nido o ídolo perverso
que rellena de acíbar mi cáliz cada noche.
(...)
( Perito en destrucciones > Hazversidades poéticas, 2011)
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Del último libro que recoge esta Antología no vamos a desgranar nada: presentamos una espiga completa e invitamos a conocer las demás este libro publicado por la editorial Lastura que merece la pena tener, leer y releer.
...
Sin el cuerpo

Cuando vuelves a casa de mañana
sin el cuerpo
que dejaste olvidado en cualquier lecho,
descubro en tu mirada
los códigos secretos de otras pieles.
Traes la agenda completa
de distintas salivas en los labios,
tu lengua es un termómetro de magmas
de las rosadas grutas descubiertas,
que con su quemadura hicieron que olvidaras
el sabor de la pulpa de mis labios.

Mientras yo, cual bulto en la noche abandonado,
agonizo en el lino de una blanca camisa
sagrada por tu aroma,
tú vuelves a deshora, con frío, fatigado
de vaciarte en vasos como un vino
espumoso y fugaz, ciego de hastío.

Siempre vuelves, 
más el amor no regresa contigo.
Únicamente eres la cadena
que me tiene cautiva junto a los otros cuerpos

(Sin el cuerpo > Cuadernos del delirio, 2012)
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Los textos han sido recogidos de la Antología publicada por la editorial Lastura


sábado, 15 de noviembre de 2014

Elvira Daudet > Antología Poética I


Mi poesía tiene como principio y fin a la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. (Elvira Daudet)
...
Hacer una Antología de una Antología no sería posible. Hablar de la poesía de Elvira Daudet tampoco es necesario. Ella explica muy bien y en pocas palabras lo que es su materia y su sentido.
Voy a arrancar pétalos, pétalos de esas flores sencillas, de esas rosas silvestres que nacen a su tiempo, sin cuidado ni mimo, con la urgencia del clima.
Ya sé que prefiere el pan a la rosa por lo que quizá sea mejor decir que voy a arrancar algunos granos de las espigas que son sus poemas y a ofrecerlos así, aislados.
También habrá un poema, una espiga completa. Podría ser otra pero elijo ésa -será en la segunda parte de esta entrada doble-.
...

(...)
No venías en un carro de fuego,
ni anunciaban clarines tu llegada
ni tu sonrisa era
la sonrisa del dueño.
Flotaba al viento,
la capa de cristal de tu tristeza.
(...)
(Sabía que vendrías > El primer mensaje, 1959)
...
(...)
Todas las madrugadas
recibo la visita de un extraño
-siempre el mismo-
Al que caliento la cama hace ocho años.
Sólo por eso me mantiene.
(Autorretrato > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
Gris, perpendicular,
soberbio campanario vacío de palomas.
Esgrimidor fantástico del vicio y la virtud.
Destructor, angélico y banal.
Abstracto, enemigo y amado.
El siempre extraño y presentido.
Amigo despiadado.
Hierro oxidado de ternura.
(...)
(El hombre (I) > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
(...)
La tarde olía a sangre y almidón
y yo iba en el metro, por primera vez sola,
desgajada de ti.
Aquel día me vestí una tristeza nueva.
Y recuerdo los árboles, llorando sobre mí
El confeti amarillo de sus ojos
(...)
(Amor es la palabra (II) > Crónicas de una tristeza, 1971)
...

(...)
Pero ¿porqué nadie le dice ahora
que la crisálida sale hecha ceniza del abrazo,
que su dios es un hombre destrozado
y recompuesto,
que el misterio es un caos de amargura y vergüenza.
Que mañana habrá de defenderse
del odio de su dios encadenado
y su propia impotencia
(...)
(La trampa > Crónicas de una tristeza, 1971)
...
(...)
Hechizado, con el torpor del sueño,
la mira sin recato, cruzándole la cara
al galope frenético del miedo
que de súbito irradian sus pupilas.
Él, absorto, la mira y no la reconoce.
Y anonadado aparta la mirada.
(...)
(Como Orfeo, la cabeza volvió > El don desapacible, 1994)
...
Madre, detén tu pavorosa huida.
Esa reseca sombra que te sigue
pegada al mástil desvencijado de tus huesos,
esa mujer vencida, tatuada de borrones
y agujeros, a quien hostil espías 
en las sombras de la afilada noche,
soy yo, madre, la niña de las trenzas
a la que tú vestías de comunión
aquella azul mañana de seda prodigiosa.
(...)
(La sombra > El don desapacible, 1994)
...
(...)
Somos el ala rota de una estrella
que la ley gravedad hunde en el lodo.
Inútiles vasijas vacías en la playa
que la marea arrastra desdeñosa,
hasta que un día un náufrago o un loco
nos deja su mensaje de amor en las entrañas,
un grito de socorro y esperanza.
(...)
(¿Quién dijo que el infierno no existía? (II) > El don desapacible, 1994)
(...)
Nada tuyo tuviste 
que no se alimentara de ti mismo,
como la casa alzada con tus manos,
que te robaron amueblada de amor
y tiras de tu piel para nosotros, 
mi rojo y pobre padre saqueado.
Era una hermosa casa con retrete
y un gran ojo de luz que la inundaba,
que no estrenamos nunca.
(...)
(El regreso del padre > El don desapacible, 1994)
...
(...)
Son las madres , las hijas, las mujeres del pueblo
con perfiles de diosas de moneda, bruñidas
por un sol de cegadoras mieles y belleza
que alimentó el incendio del Julio más horrendo.
¡Qué tres años de espantos infernales
bajo el azul purísimo del cielo!
(...)
(La España sin historia > El don desapacible, 1994)
...
(...)
De niña, la vida que me dieron era enorme
para tan corto cuerpo; me quedaba muy grande.
Con la guerra perdida vine al mundo,
aún antes de nacer ya había perdido
y sólo por nacer ya fui culpable.
Sin ángel de la guarda, extraviado
en la enorme confusión o quizá en el exilio
apenas vi la luz me hicieron presa
de un campo de miel y de naranjas.
(...)
(El traje de otro > El don desapacible, 1994)
...