Tres reflejos en el espejo de Don Eduardo Galeano
Hokusai:
Hokusai, el más famoso artista de toda la historia del Japón, decía que su país era tierra flotante. Con lacónica elegancia, él supo verla y ofrecerla.
Había nacido llamándose Kawamura Tokitaro y murió llamándose Fujiwara litsu. En el camino, cambió de nombre y apellido treinta veces, por sus treinta renacimientos en el arte o en la vida, y noventa y tres veces se mudó de casa.
Nunca salió de pobre, aunque trabajando desde el amanecer hasta la noche creó nada menos que treinta mil pinturas y grabados.
Sobre su obra, escribió:
De todo lo que dibujé antes de mis setenta años, no hay nada que valga la pena. A la edad de setenta y dos, finalmente he aprendido algo sobre la verdadera calidad de los pájaros, animales, insectos y peces, y sobre la vital naturaleza de las hierbas y los árboles. Cuando tenga cien años, seré maravilloso.
De los noventa no pasó.
Taj Mahal.
A mediados del siglo diecisiete, los talleres hindúes y chinos producían, sumados, más de la mitad de todas las manufacturas del mundo.
En aquellos tiempos, tiempos de esplendor, el emperador Shah Jahan alzó el Taj Mahal, a orillas del río Yamuna, para que su mujer, la preferida entre todas sus mujeres, tuviera casa en la muerte.
El viudo decía que ella y su casa se parecían, porque el templo cambiaba, como ella cambiaba, según la hora del día o de la noche.
Dicen que el Taj Mahal fue diseñado por Ustad Ahmad, persa, arquitecto, astrólogo, también llamado por muchos otros nombres.
Dicen que fue construído por veinte mil obreros, a lo largo de veinte años.
Dicen que fue hecho de mármol blanco, arena roja, jade y turquesa que mil elefantes acarrearon desde las lejanías.
Dicen. Pero quienes lo ven, leve hermosura, blancura flotante, se preguntan si el Taj Mahal no habrá sido hecho de aire.
A fines del año 2000, el mago más famoso de la India lo hizo desaparecer, durante dos minutos, ante una multitud boquiabierta.
Él dijo que fue arte de su magia:
-Lo desvanecí- dijo.
¿Lo desvaneció, o al aire lo devolvió?
A mediados del siglo diecisiete, los talleres hindúes y chinos producían, sumados, más de la mitad de todas las manufacturas del mundo.
En aquellos tiempos, tiempos de esplendor, el emperador Shah Jahan alzó el Taj Mahal, a orillas del río Yamuna, para que su mujer, la preferida entre todas sus mujeres, tuviera casa en la muerte.
El viudo decía que ella y su casa se parecían, porque el templo cambiaba, como ella cambiaba, según la hora del día o de la noche.
Dicen que el Taj Mahal fue diseñado por Ustad Ahmad, persa, arquitecto, astrólogo, también llamado por muchos otros nombres.
Dicen que fue construído por veinte mil obreros, a lo largo de veinte años.
Dicen que fue hecho de mármol blanco, arena roja, jade y turquesa que mil elefantes acarrearon desde las lejanías.
Dicen. Pero quienes lo ven, leve hermosura, blancura flotante, se preguntan si el Taj Mahal no habrá sido hecho de aire.
A fines del año 2000, el mago más famoso de la India lo hizo desaparecer, durante dos minutos, ante una multitud boquiabierta.
Él dijo que fue arte de su magia:
-Lo desvanecí- dijo.
¿Lo desvaneció, o al aire lo devolvió?
Mozart.
El hombre que fue música creaba música todo el día y toda la noche y más allá del día y la noche, como corriendo contra la muerte, como sabiendo que ella se lo llevaría temprano.
A ritmo de fiebre componía sus obras, una tras otra, y en sus partituras dejaba líneas desnudas que abrían espacio para improvisar en el piano sus aventuras de la libertad.
No se sabe de dónde sacaba el tiempo, pero en su vida fugaz pasó largas horas metido en los libros de su vasta biblioteca o enredado en animadas discusiones con gente muy mal vista por la policía imperial, como Joseph von Sonnenfels, el jurista que logró que en Viena se prohibiera la tortura por primera vez en Europa. Sus amigos eran enemigos del despotismo y de la estupidez. Hijo del Siglo de las Luces, lector de la enciclopedia francesa, Mozart compartió las ideas que sacudieron su época.
A los veinticinco años perdió su empleo de músico del rey, y nunca más volvió a la corte. Desde entonces, vivió de sus conciertos y de la venta de sus obras que eran muchas y tenían mucho valor pero poco precio.
Fue un artista independiente, cuando la independencia era cosa rara, y cara le costó. Por castigo de su libertad, murió ahogado en deudas: tanta música le debía el muno, y él murió debiendo.
El hombre que fue música creaba música todo el día y toda la noche y más allá del día y la noche, como corriendo contra la muerte, como sabiendo que ella se lo llevaría temprano.
A ritmo de fiebre componía sus obras, una tras otra, y en sus partituras dejaba líneas desnudas que abrían espacio para improvisar en el piano sus aventuras de la libertad.
No se sabe de dónde sacaba el tiempo, pero en su vida fugaz pasó largas horas metido en los libros de su vasta biblioteca o enredado en animadas discusiones con gente muy mal vista por la policía imperial, como Joseph von Sonnenfels, el jurista que logró que en Viena se prohibiera la tortura por primera vez en Europa. Sus amigos eran enemigos del despotismo y de la estupidez. Hijo del Siglo de las Luces, lector de la enciclopedia francesa, Mozart compartió las ideas que sacudieron su época.
A los veinticinco años perdió su empleo de músico del rey, y nunca más volvió a la corte. Desde entonces, vivió de sus conciertos y de la venta de sus obras que eran muchas y tenían mucho valor pero poco precio.
Fue un artista independiente, cuando la independencia era cosa rara, y cara le costó. Por castigo de su libertad, murió ahogado en deudas: tanta música le debía el muno, y él murió debiendo.
10 comentarios:
Impresionante lo del artista japonés, sus cambios de nombre, sus mudanzas de casa, su fe en el arte que salía de sus manos en la edad longeva.
Bonito el ilusionismo con el Taj Mahal, una joya arquitectónica que nunca debe desaparecer de la faz de la tierra.
Y lo de Mozart me llega al corazón. Me ha gustado eso que indicas de sus obras: "eran muchas y tenían mucho valor pero poco precio". Qué injusta es la vida con los grandes.
Un beso, Mateo.
Los espejos están llenos de gente.
Los invisibles nos ven.
Los olvidados nos recuerdan.
Cuando nos vemos, los vemos.
Cuando nos vamos, ¿se van?
E. Galeano
Gracias por traerlo, amo a Eduardo y tengo algunos de sus libros en mi modesta biblioteca.
He aprendido mucho de Historia con él, te diría que mucho más que con mis profesores de la secundaria.
"La verdadera historia"
Elegiste tres brillantes historias.
Un beso grande mi querido amigo del alma.
Gracias, Isabel, pero los textos son todos de Galeano y también esa frase que me atribuyes...me halaga que me creas capaz de expresarme como el maestro. Que tú lo seas es una cosa pero lo mío no es la palabra, aunque, a veces , con esfuerzo y tiempo consigo hilvanar unas frases o unos versos. Es un bonito libro este Espejos y muy apto para mí que ahora mismo me concentro difícilmente...Un beso, Isabel.
Gracias, Adriana. Creo que hay muchos textos buenos en este libro. Y, desde luego, se puede aprender Historia y el modo en que ésta se genera e inventa. Es muy inteligente Don Eduardo: sensible y brillante. Un maestro, vaya.
Otro día pondré más, sin abusar, pues quiero mostrar el interés del libro pero no robárselo. Un beso, amiga del alma.
Hará apenas unos meses que volví a echar un vistazo a esta historia casi universal que leía a poco de publicarse. No soy objetivo con Galeano, hay algo en él (no digo solo en sus textos) que me arrastra, que me puede. Debe ser eso que algunos llaman ética.
Abrazos, siempre
Hokusai fue un genio, yo tengo alguna entrada dedicada a su obra. Es que los orientales son de otra pasta, su delicadeza es maravillosa!
Precioso lo del Taj Mahal y qué decir de Mozart?
Galeano escribe espléndidamente, pero siempre me da un aromilla que no sé...
Un abrazo, querido Mateo.
Gracias por tu visita, Amando. Lo cierto es que yo le he ido conociendo por la red, aunque este libro lo tengoen papel. A destacar en Galeano esa ética que mencionas y también su lucidez y lenguaje claro. Un abrazo, amigo.
Creo que sé lo que dices, Virgi. Galeano, como todos tiene virtudes y alguna carencia. En mi caso le descubro una mirada muy lúcida, pero demasiado de este mundo. Un abrazo, Virgi. ESTOS TEXTOS ME GUSTAN Y RECUPERARÉ AQUÍ ALGUNO MÁS.
Un placer inmenso encontrarse con Galeano.
Amo y admiro su escritura, su postura ante las tormentas y las bonanzas del mundo...su sensibilidad y su humanismo.
Abrazo enorme al gran Maestro y a ti por difundir su obra.
Gracias a ti por estar aquí, Carmela. Habrá más entradas dedicadas a este libro del maestro en el que he señalado varios textos. Un abrazo.
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